martes, 24 de junio de 2008

Sobre una foto de foto de Glen Erier

Como un cormorán en medio de la tormenta.


Acaso lo vemos todo tras una apariencia engañosa.
Miento cuando me cubro con otra piel que creo más firme que la mía. Nos tapamos para que la lluvia, algo externo, no nos moje por dentro.
Impregnarse, eso es todo. Dejarse traspasar
Empaparse de un zumbido repetido, punzante hasta derribar la piel en la que nos escondemos
Por qué cobijarse de lo que cala si pronto estaremos perdidamente empapados de lágrimas. ¿No es más hermoso el follaje cuando chorrea?. ¿No es más hermoso lo que se transforma?
Tan sólo son cristales diminutos en los que nos reflejamos, quizá por eso me tapo.
Así llueve cuando lo hace para adentro, con amargura, igual que se cose en el aire una puntada que parece bordar una letra que no queremos decir en alto.
Nos envolvemos en una tela, escuchamos el ruido que creemos dejar fuera y así pretendemos que esas gotas se escurran o extravíen en otros cuerpos. Pensamos haber vencido su frío chasquido en la cabeza, un golpe seco, su mano llena de miles de dedos pegajosa sobre los hombros. Tememos la tela pegada a un cuerpo que escondemos, tememos la humedad que se queda encerrada como en una selva sin luz. Flotando.
Deseamos correr con las alas hacia atrás, tomar impulso, alargar el cuello como si realmente quisiéramos llegar a algún lugar concreto. Casi se podría decir que queremos elevarnos sobre nosotros mismos, no mirar atrás. Maldito horizonte. Está borroso.
Por qué conjeturar con lo que sólo es una huida, huir de mi pelo mojado sobre la piel asustada. Me acaricio, me acaricio el pelo, el cuerpo que chorrea un agua poderosa como el sueño.
Sentir como si fueran lluvia las palabras y envolverse en ellas. Decir que acarician parece demasiado pero fueron ellas las que guiaron mis manos lentamente sobre una piel mojada, mojada de mercurio espeso, eran ellas mezcladas con gotas las que resbalaban sobre mi vientre, un débil pétalo que parece rasgarse por dentro.
Pájaro mojado.
De pronto andar por un camino que lleva hacia el mundo entero y resbalar los pasos por el barro que definitivamente seremos. Anclados por el miedo, porque todo florecerá con más furia cuando escampe, pero ver y conocer el proceso cansa. Son ya demasiadas veces. Siempre es lo mismo. Cubrirse para no mojarse y salir corriendo. Sin dar tiempo al suspiro, ni pararse en el recodo. No. Ya no hay tiempo.
Ya ni siquiera nos empapa la lluvia porque sabemos que luego, en un luego indefinido, habrá que secarse. Y hacerlo, secarse, es un proceso engañoso porque parece anular la percepción que la lluvia ha dejado.

Ahora un perro que se lame la herida ha pasado por mis dedos.

jueves, 5 de junio de 2008

SOBRE UNA FOTO DE GLEN ERIER

vendrá
vendrá la lluvia
hembra como la misma muerte
llevará el paso acelerado

útero de tierra
esperando,

espera

me acogerá
grano
simiente y flor fui

seré su feto podrido
la preñaré de vida

eterna quizás

vendrá la lluvia
vendrá la muerte
vestida de impermeable
reflejando en su cara la luna
la luna de la noche

esperaré apostada en la ventana
acariciando a mi gato
que tanto teme a la lluvia
a la muerte

yo no.

FIN FINITO