lunes, 29 de septiembre de 2008

Restos


Todo termina cuando los recuerdos dejan de ser. Cuando hay una imposibilidad de hacerlo y el olvido llega definitivamente. Pero antes, existe un camino oscuro, justo antes del abismo, en el que la memoria se deforma, pierde su soberanía y la mirada carece de viento, de jazmines y canela. Está desapareciendo. Se retuerce. Su textura se arruga, se queda sin luz. Ya se han ido los pájaros y los árboles. Percibimos entonces lo que significa fin finito sin necesidad de adjetivos. Ya no queda nada.
Sobras de gestos.
Unirse a la tristeza de las colillas, un compost que se deshace como un laberinto no descubierto del todo en el que se han quedado posos sin nombrar. No ha habido tiempo.
Así desaparece ella, en una compasiva locura en la que se han sepultado las palabras, la razón, la risa, solo quedan migajas de balbuceos absurdos sin conexión alguna. Pero seguimos escuchando el caritativo eco del que hablaba Keats y vuelvo a recordar sus manos peinando mi pelo infantil, sus besos antes de dormir, su forma de apretar el embozo de mis sueños, hoy restos también.
Nadie puede darnos su memoria.
Ella ya casi no es. Pero a veces se revela y desde una profunda oscuridad inalcanzable e incomprensible cuestiona preguntas que tiemblan.

Mamá me ha dicho: ¿Cuándo terminará esta cárcel?
Yo he preguntado: ¿Qué cárcel, mamá?
Mi madre ha dicho: La de mi cabeza.

viernes, 26 de septiembre de 2008

RESTOS

Foto: Karin Taylor



Son los restos huellas de alguien
historias abandonadas a su destino
de un tiempo roto, parado, misterioso
de un antes interrumpido
de un después inconcluso


restos de comida sobre la mesa
migajas, manchas de vino en el mantel
un par de monedas como lágrimas
colillas manchadas de carmín en un cenicero de Zinzano
demasiado silencio


insectos muertos en la piscina abandonada
sus pequeñas sombras alargándose en el fondo
grafía solar


flotando en el vaivén de las olas
quien sabe si restos de un naufragio personal
botes de crema, corchos, cabos embreados, boyas aplastadas
plásticos de tampax, peces hinchados,
cadáveres


ánforas posadas en el fondo de un mar calmo
cálido en su piel pero frío en sus entrañas
como la hembra que me habita


en el bosque
vegetación putrefacta,
humus preñado de vida bajo los pies del caminante


y la luz penetrando el mar
la luz penetrando el bosque
la luz penetrando la piscina
la luz reflejándose en el vientre hinchado del pez
la luz reflectándose en el cenicero de Zinzano


La piel negra y reseca de un plátano
sobre un luminoso amarillo
repetido como un vulgar Warholl anónimo
en la pared del restaurante


una mujer aplasta las colillas en el cenicero
dos lágrimas caen sobre el mantel,
su mirada recorre el vaivén de un mar casi calmo
imagina la frialdad del fondo del mar,
siente la frialdad de su corazón
mientras que los desperdicios que flotan
le dicen huye
huye del silencio


todo lo que ves son restos
signos
engaños luminosos


todo lo que oyes son restos
solitarios lamentos


hasta los gritos de las ballenas
son sonidos inconclusos
huellas sonoras
lamentos.


FIN FINITO

lunes, 8 de septiembre de 2008

Death is not the end

Todo sigue igual cuando te mueres, los árboles, las casas, las calles, la gente sigue ahí y
no se dan cuenta de que has muerto y todo continúa. No hay final. Todo se repite.
Es horrible pero la muerte no es el final.
El final comenzó cuando te encontré. Cuando todo empieza es cuando el fin se acerca.
Te lo aseguro, hay vida después de morir. Todas las mañanas lo compruebo al abrir los ojos.
No te creo. Tampoco creí las cosas que me susurrabas al oído, solo quería sentir tu respiración dentro, directa al centro mismo. Donde se revuelve el sexo y la saliva crece.
Luego todo cambia, se acerca el final y algunas mentiras pasan a formar el territorio que habita la muerte.
Se permanece despierto demasiadas horas, se bebe, se hiere, se asfixia la sonrisa, las heridas cierran. Cuando se está muerto no se sangra.
Nada, después.

lunes, 1 de septiembre de 2008

SOBRE "DEATH IS NOT THE END" DE NICK CAVE

"Death is not the end"

Morí en el silencio de la tierra
buscando las caras de mis amigos

entre el ramaje putrefacto
entre las deliciosas semillas de las rosas
escuché el crujido de la madera

y mil mariposas negras rozaron mis labios

busqué las pisadas de los ciegos
busqué la mirada de mi madre,
su cuello, sus manos, su encorvada espalda, su olor

un ángel vino a mi encuentro
con cien mentiras bajo la lengua
renegué de mis creencias, de la maldita fe
él me dijo que el hombre era bueno
que todavía había salvación
que el sufrimiento había concluído

Morí cada día de mi vida
en cada orgasmo,
en cada mentira que escuché
en el dolor que sentí morí

Bajo tierra lo sonidos de los vivos son ténues, matizados, lejanos
ellos, los vivos, se creen inmortales, poderosos, valientes,
capaces de amar y de odiar, capaces de amasar riquezas
perpetuándose en infinitud de coitos

Morí deseando abrazar a la muerte
como se abraza a un hijo tonto

Ya ha pasado todo
Ahora sé que morir no es el fin del sufrimiento.

FIN FINITO (Agosto 2008)

martes, 24 de junio de 2008

Sobre una foto de foto de Glen Erier

Como un cormorán en medio de la tormenta.


Acaso lo vemos todo tras una apariencia engañosa.
Miento cuando me cubro con otra piel que creo más firme que la mía. Nos tapamos para que la lluvia, algo externo, no nos moje por dentro.
Impregnarse, eso es todo. Dejarse traspasar
Empaparse de un zumbido repetido, punzante hasta derribar la piel en la que nos escondemos
Por qué cobijarse de lo que cala si pronto estaremos perdidamente empapados de lágrimas. ¿No es más hermoso el follaje cuando chorrea?. ¿No es más hermoso lo que se transforma?
Tan sólo son cristales diminutos en los que nos reflejamos, quizá por eso me tapo.
Así llueve cuando lo hace para adentro, con amargura, igual que se cose en el aire una puntada que parece bordar una letra que no queremos decir en alto.
Nos envolvemos en una tela, escuchamos el ruido que creemos dejar fuera y así pretendemos que esas gotas se escurran o extravíen en otros cuerpos. Pensamos haber vencido su frío chasquido en la cabeza, un golpe seco, su mano llena de miles de dedos pegajosa sobre los hombros. Tememos la tela pegada a un cuerpo que escondemos, tememos la humedad que se queda encerrada como en una selva sin luz. Flotando.
Deseamos correr con las alas hacia atrás, tomar impulso, alargar el cuello como si realmente quisiéramos llegar a algún lugar concreto. Casi se podría decir que queremos elevarnos sobre nosotros mismos, no mirar atrás. Maldito horizonte. Está borroso.
Por qué conjeturar con lo que sólo es una huida, huir de mi pelo mojado sobre la piel asustada. Me acaricio, me acaricio el pelo, el cuerpo que chorrea un agua poderosa como el sueño.
Sentir como si fueran lluvia las palabras y envolverse en ellas. Decir que acarician parece demasiado pero fueron ellas las que guiaron mis manos lentamente sobre una piel mojada, mojada de mercurio espeso, eran ellas mezcladas con gotas las que resbalaban sobre mi vientre, un débil pétalo que parece rasgarse por dentro.
Pájaro mojado.
De pronto andar por un camino que lleva hacia el mundo entero y resbalar los pasos por el barro que definitivamente seremos. Anclados por el miedo, porque todo florecerá con más furia cuando escampe, pero ver y conocer el proceso cansa. Son ya demasiadas veces. Siempre es lo mismo. Cubrirse para no mojarse y salir corriendo. Sin dar tiempo al suspiro, ni pararse en el recodo. No. Ya no hay tiempo.
Ya ni siquiera nos empapa la lluvia porque sabemos que luego, en un luego indefinido, habrá que secarse. Y hacerlo, secarse, es un proceso engañoso porque parece anular la percepción que la lluvia ha dejado.

Ahora un perro que se lame la herida ha pasado por mis dedos.

jueves, 5 de junio de 2008

SOBRE UNA FOTO DE GLEN ERIER

vendrá
vendrá la lluvia
hembra como la misma muerte
llevará el paso acelerado

útero de tierra
esperando,

espera

me acogerá
grano
simiente y flor fui

seré su feto podrido
la preñaré de vida

eterna quizás

vendrá la lluvia
vendrá la muerte
vestida de impermeable
reflejando en su cara la luna
la luna de la noche

esperaré apostada en la ventana
acariciando a mi gato
que tanto teme a la lluvia
a la muerte

yo no.

FIN FINITO